domingo, 22 de agosto de 2010

El geriátrico de las muñecas rotas

-Hace un calor infernal aquí dentro -comentaba Michelle tras beberse las últimas y casi inapreciables gotas de su Black Russian-. ¡Que alguien me traiga otro! 
Sus peticiones fueron ignoradas. Se levantó de la silla de ruedas y se dirigió a la barra de la sala polivalente. 
-¡Camarero! ¡Camarero! ¡¿Dónde diablos está el camarero?! 
Gina se acercó por detrás y le dio un toquecito en la espalda. 
-Querida, ¿no crees que has bebido suficiente? 
-¿Acaso me ves tirada por los suelos ahogándome en mi propio vómito? Cuando me veas así, estaré a dos copas de distancia de haber bebido suficiente. 
-Tú y tu ego… 
-Tú y tu pseudocompasión por los demás… Si ya no puedo ser lo que era nunca más, al menos déjame bebiendo en una esquina. Es lo más cerca que se me permite estar de la felicidad. 
-¿Sabes por qué estás aquí? 
-Por lo mismo que tú, por lo mismo que todas… Ya no servimos para lo que fuimos preparadas. La sociedad no tiene un hueco para nosotras. Nuestro destino es vivir muertas de asco entre estas cuatro paredes mientras las jóvenes se abren camino en el mundo que nosotras creamos. 
-Sabías perfectamente dónde te estabas metiendo cuando empezaste. 
-Tenía diecisiete años, una talla 36 y unas piernas insultantemente largas. Me creía inmortal ¿Qué iba a hacer? Necesitaba el dinero y vi que podía obtenerlo con lo único que sabía hacer. ¿Y sabes qué? Durante un tiempo sentí que era la mejor. ¡La mejor! 
-Deja de vivir en el pasado y vente a comer. La cena está servida. 
Las demás “chicas” se encontraban sentadas en sus sillas mientras esperaban a Michelle para cenar. No aparecía. Súbitamente, las luces se apagaron y un misterioso y hasta ahora inapreciado foco iluminó la única mesa vacía. La música empezó a sonar y unas arrugadas pantorrillas luchaban por subir a la mesa. Era Michelle, en su último baile, demostrando que sus aptitudes artísticas se encontraban más que mermadas. Murió de un derrame cerebral, no sin antes aprender que la vida de una bailarina acaba cuando aparecen las primeras patas de gallo. Y es que todos nos preguntamos constantemente: ¿Adónde van las bailarinas cuando ya no pueden bailar más?