sábado, 12 de junio de 2010

La manzana prohibida

-Adán, tengo hambre.
-¿Y?
-Pues que me traigas algo de comer.
-Lo llevas claro.
-¡Nunca haces nada por mí!
-Bueno... Dime, ¿qué quieres?
-Una manzana.
-¿Seguro? ¿No prefieres una naranja? Las tengo aquí a mano.
-No, quiero una manzana.
-Está bien, pero me tienes que acompañar, no quiero ir solo.
-Vale.
-Eva, ¿recuerdas cuál era el manzano que nos prohibió Dios?
-Pues ahora mismo no me acuerdo. Pregunta por ahí.
-¿Por qué yo?
-Porque lo he pedido antes.
-No creo que eso funcione así. ¿Y a quién pregunto? Ningún animal habla, excepto aquella repugnante serpiente.
-Adán, no era una serpiente, era la Encarnación del Mal. Además, ahí hay un manzano. Quiero una de ésas.
-¿Cómo sabes que no es el manzano prohibido?
-Lo sé, y punto. Si preguntaras...
-Y dale...
-¿Qué miras?
-Tu cuerpo.
-Adán, no quiero alarmarte, pero tu cosita se está moviendo.
-¿Qué cosita?
-Esa de ahí abajo.
-¡Hostias! ¡Es verdad!
-¿No será un coágulo o algo peligroso?
-No creo. Oye, ¿no tenías hambre? ¿Por qué no me la chupas?
-¿El qué?
-La cosita.
-¿Por qué?
-Porque soy un hombre.
-¿Y porque seas un hombre tengo que obedecerte?
-No es eso. Es que, como hombre, creo que me gustará. Y la gente que se quiere hace cosas que le gustan a la otra persona. Porque nosotros nos queremos, ¿verdad?
-Sí, pero no te la voy a chupar.
-Entonces déjame metértela por ahí.
-¿Por dónde?
-Por ahí detrás.
-Adán, veo cómo va a acabar la conversación y desde ya te adelanto que con la oreja no hace falta que lo intentes. Dios nos dio unas instrucciones muy claras sobre qué hacer con nuestras cositas.
-Pues entonces vamos a hacerlo cómo Dios manda.
-Vale, pero primero quiero mi manzana.
-Mira, pero si está ahí la Encarnación del Mal.
-Podéis llamarme Encarna.
-¿No será éste el manzano prohibido?
-No.

-Adán, tenías un Paraíso en tus manos, una mujer desnuda y un mundo de maravillas. Y aún así, lo echaste a perder.
-¿Yo? ¡Pero si fuiste tú quien quería la manzana!
-Cómo te gusta hacerme sufrir...
-Condenados toda la Eternidad y yo sin echar un polvo...

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