Los jóvenes somos gente extraña: pasamos media vida queriendo independizarnos y, cuando lo hacemos, convertimos nuestro hogar en una pocilga insalubre. Era el caso de Karl, estudiante afincado en Berlín y turista ocasional en Mallorca, como buen alemán.
Su recetario podía escribirse en una octavilla, la cuál hubiera perdido a los diez minutos en algún lugar recóndito de la montaña de deshechos que cubría su encimera. Cuando localizó los huevos veintitrés minutos más tarde de lo previsto para hacerse uno frito, se dio cuenta de que estaban caducados. ¿Suponía eso un problema? No para Karl.
Cogió el huevo que tenía más a mano y lo abrió sobre la sartén. De él, surgió un ser diminuto que saltó a un lado en cuanto notó el aceite ardiendo.
-¿Quién eres?
-Soy un genio -respondió el personajillo.
-¿Cómo surge un genio de un huevo?
-Dado cómo estaban los huevos, lo mínimo que te podía salir es un genio. Te sugiero que no abras el que estaba a mi derecha.
-Bueno, dime, ¿cómo te va la vida?
-Teniendo en cuenta que fui devorado por una gallina y encerrado en un huevo durante tres meses, no me puedo quejar. Pero no hablemos tanto de mí. Ya que me has liberado, debo concederte tres deseos.
-¿Sólo tres?
-¡Serás sinvergüenza! ¡Tres y ni uno más! Y te lo advierto, nada de deseos del estilo "quiero tener diez mil deseos más"...
-Está bien, está bien.. Veamos... ¡Ya lo tengo! ¡Quiero ser rico! ¡El hombre más rico del Mundo!
-Deseo concedido.
-¿Dónde está mi dinero?
-Ten paciencia, tus deseos se cumplirán cuando acabes de pedirlos. Vamos con el segundo.
-Estoy harto de esta cara de perro y este cuerpo escuchimizado. ¡Quiero ser el hombre más atractivo del Mundo!
-Deseo concedido. Vamos con el tercero.
-Dinero, belleza... ¿qué es lo que falta?
Su recetario podía escribirse en una octavilla, la cuál hubiera perdido a los diez minutos en algún lugar recóndito de la montaña de deshechos que cubría su encimera. Cuando localizó los huevos veintitrés minutos más tarde de lo previsto para hacerse uno frito, se dio cuenta de que estaban caducados. ¿Suponía eso un problema? No para Karl.
Cogió el huevo que tenía más a mano y lo abrió sobre la sartén. De él, surgió un ser diminuto que saltó a un lado en cuanto notó el aceite ardiendo.
-¿Quién eres?
-Soy un genio -respondió el personajillo.
-¿Cómo surge un genio de un huevo?
-Dado cómo estaban los huevos, lo mínimo que te podía salir es un genio. Te sugiero que no abras el que estaba a mi derecha.
-Bueno, dime, ¿cómo te va la vida?
-Teniendo en cuenta que fui devorado por una gallina y encerrado en un huevo durante tres meses, no me puedo quejar. Pero no hablemos tanto de mí. Ya que me has liberado, debo concederte tres deseos.
-¿Sólo tres?
-¡Serás sinvergüenza! ¡Tres y ni uno más! Y te lo advierto, nada de deseos del estilo "quiero tener diez mil deseos más"...
-Está bien, está bien.. Veamos... ¡Ya lo tengo! ¡Quiero ser rico! ¡El hombre más rico del Mundo!
-Deseo concedido.
-¿Dónde está mi dinero?
-Ten paciencia, tus deseos se cumplirán cuando acabes de pedirlos. Vamos con el segundo.
-Estoy harto de esta cara de perro y este cuerpo escuchimizado. ¡Quiero ser el hombre más atractivo del Mundo!
-Deseo concedido. Vamos con el tercero.
-Dinero, belleza... ¿qué es lo que falta?
-¿Salud?
-¡No! ¡Una mujer! ¡Quiero a la mujer más bella del Mundo!
-Deseo concedido. Me tengo que ir, que los disfrutes.
-¿Adónde vas?
-A vivir aventuras por ahí hasta quedar atrapado y tener que esperar a que un mindungui como tú me rescate. Es mi trabajo.
El genio saltó al suelo y se marchó por una rendija en la pared.
Karl no parecía muy conforme. Comprobó su cuenta bancaria por Internet. Algo había cambiado. No sólo no era más rico, si no que le habían pasado el recibo de la luz y era 43,87 euros más pobre. Decepcionado, se dirigió al baño a mirarse en el espejo. Seguía siendo el mismo de siempre, pero con una nueva espinilla en la punta de la nariz. Pero eso no era todo. Sonó el timbre de su puerta. Abrió, no sin miedo. Al otro lado, le esperaba el mayor esperpento conocido por la raza humana.
-Parece que estamos solos tú y yo...
Karl salió al exterior y comprobó que así era. El resto de la humanidad había desaparecido de la faz de la tierra. Y así fue como Karl se convirtió en el hombre más rico del Mundo, el hombre más atractivo del Mundo y el hombre con la mujer más bella del Mundo. Sus deseos se habían cumplido.
-¡No! ¡Una mujer! ¡Quiero a la mujer más bella del Mundo!
-Deseo concedido. Me tengo que ir, que los disfrutes.
-¿Adónde vas?
-A vivir aventuras por ahí hasta quedar atrapado y tener que esperar a que un mindungui como tú me rescate. Es mi trabajo.
El genio saltó al suelo y se marchó por una rendija en la pared.
Karl no parecía muy conforme. Comprobó su cuenta bancaria por Internet. Algo había cambiado. No sólo no era más rico, si no que le habían pasado el recibo de la luz y era 43,87 euros más pobre. Decepcionado, se dirigió al baño a mirarse en el espejo. Seguía siendo el mismo de siempre, pero con una nueva espinilla en la punta de la nariz. Pero eso no era todo. Sonó el timbre de su puerta. Abrió, no sin miedo. Al otro lado, le esperaba el mayor esperpento conocido por la raza humana.
-Parece que estamos solos tú y yo...
Karl salió al exterior y comprobó que así era. El resto de la humanidad había desaparecido de la faz de la tierra. Y así fue como Karl se convirtió en el hombre más rico del Mundo, el hombre más atractivo del Mundo y el hombre con la mujer más bella del Mundo. Sus deseos se habían cumplido.
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